Noche de brujas {Misión: Ame & Allegra}

Allegra se dirigía hacia el centro pokémon tras su encuentro con Leonard, pensando en pasar allí la noche. Ya había oscurecido y sólamente veía en donde colocaba los pies gracias el resplandor fantasmagórico de la luna llena, que aquel día tenía un brillo hipnótico. Allegra se quedó a admirarla durante varios segundos y sentía como su fulgor la fascinaba, era el preludio de algo que su inocente e inmadura mentecilla jamás habría podido imaginar. Cuando se quiso dar cuenta, ya no veía ni sus propios pies y su alrededor se había vuelto borroso -¿Neblina?.- se preguntó ella, pues todavía era una fina capa. El frío comenzaba a invadirla, a ella que siempre vestía tan fresca y era calurosa, porque el ambiente se iba llenando por completo de la niebla, que se iba volviendo progresivamente más espesa hasta cubrirlo todo como un manto.

Allegra exclamó un grito ahogado y se giró hacia todos lados, tratando de hallar un hueco desde el que penetrase la luz. La zona de mayor espesura era aquella por donde había llegado, así que frunció el ceño y siguió caminando en dirección contraria, sin alcanzar a comprender el sobrenatural influjo que algo o alguien estaba teniendo sobre aquel lugar. Siguió caminando y sus piernas comenzaban a entumecerse por culpa del sobrenatural cambio de temperatura. Se abrazó a sí misma, aunque sólamente podía cubrirse un ínfimo porcentaje del torso incluso así. -¿Ho-hola? ¿Hay alguien? Si esto es una broma, que sepas que no tiene ninguna gracia.- aseguró, sin gritar, aunque su voz se elevaba mucho por culpa del eco que producía al hablar, otro hecho inexplicable. Tal era el frío que había en aquel lugar que el baho salía en altas cantidades sólamente con que activase su respiración.

Cuánto más caminaba, menos sentía que avanzaba y su salud se perjudicaba. No dejaba de tiritar y se adormilaba paulatinamente, como si fuese a desfallecer. Llegó un momento en que el mal humor de Allegra saltó como si fuese un muelle con un gran resorte, alzó la maza e hizo un tajo horizontal en medio de la neblina -¡He dicho que BASTA ya!.- y la niebla se disipó al instante, a excepción de la que bloqueaba la salida que llevaba al lugar donde antes había estado con aquella rubia joven. Allegra abrió los ojos de par en par al observar que la neblina tan densa que la rodeaba ascendía hacia el cielo, violando las leyes de la gravedad, para luego fundirse con las grisáceas nubes y oscurecerlas progresivamente. Extrañada, se dio cuenta de que de esas nubes comenzaron a caer gotas finas de lluvia que parecían no hacer nada pero que calaban en un periquete. Mirando por primera vez a lo que tenía delante, se dio de bruces con una mansión antigua como las que había visto en las películas de terror que tanto miedo le daban y enarcó una ceja, no pensaba entrar. Como si esa reacción fuese mal recibida, un relámpago cayó detrás de la enfriada y pálida joven, que ahí ya se quedó mortecina del susto -¡¡Malditos seáis!! Locos, estáis todos locos.- y echó a correr hacia el interior de la mansión, entre quejas y maldiciones.

La puerta se cerró tras de ella sin necesidad de interacción humana y sus ojos se abrieron como platos. No parecía suceder nada más, así que se dobló sobre sí misma y jadeó con las manos apoyadas en sus rodillas. No había caminado apenas pero se sentía como si allí el tiempo hubiese fluído de otra manera. Para colmo, estaba calada hasta los huesos y era probable que se resfriase. El recibidor era un corredor grande pero relativamente estrecho en comparación con el resto de la casa. En medio de su lineal techo había unas lámparas de araña cuyas luces flaqueaban de vez en cuando y sumían durante unos segundos la sala en penumbra. Allegra vio que era el único camino aparte de una vieja puerta verde que estaba cerrada bajo llave y candado así que tragó saliva, respiró hondo y echó a andar. Con pasos seguros, lentos y firmes, recorrió el corredor. Sin embargo, la madera chirriaba incluso más de lo normal en un parqué desgastado, como si emulase una retorcida risa y cuando dejaba una lámpara de araña atrás, estaba segura de que la sombra cambiaba su rumbo y se proyectaba sobrenaturalmente en forma de Chandelure. No se atrevió a girarse y siguió el camino, con los hombros tensos y esperando que no quisiesen atacarlas. Las siluetas en forma de Chandelures no dejaban de aparecer y las miraba por el rabillo del ojo, asustada.

Al llegar a la puerta grande, entró levantando la manilla y apareció en un extenso comedor donde empezó a sonar una inquietante musiquilla que delataba una melancólica fiesta. Los cubiertos y, en especial, las copas se alzaban como si de veras alguien estuviese brindando, o hablando con ellas en la mano. Las sillas estaban, no obstante, vacías y sin señales de vida, pero se giraron todas las que estaban de espaldas a la puerta como si la estuviesen recibiendo. Allegra levantó la mano derecha y forzó una sonrisa de compromiso. Un Klefki con unas llaves inusuales colgando, que no sabía qué estaba haciendo allí rodeado de espíritus, salió volando y le perdió la pista. Allegra reparó en que la decoración del interior de la mansión no estaba en absoluto demacrada sino que era la sensación causada por dichos fantasmas la que lo avejentaba. Siguió observando cómo del pomo de la puerta se oía un clack y se convertía en un Gastly que pululaba por la mansión. Susurró su propio nombre, con voz aterradora y se marchó, dando inicio a una lluvia de sillas contra Allegra, que se agachó, así que todas impactaban seguidamente contra la puerta. Unas risas se empezaron a oír de fondo y ella se agazapó, con la manos en los oídos y el pelo recubriéndole la cara como si fuese una niña poseída y, en cierto modo, podría serlo si perdía la poca cordura que le quedaba. Varias pelotas de niño pequeño comenzaron a levitar y varios chupetes, que se dirigieron a danzar en círculos alrededor de Allegra. En las paredes se oían los mismos golpes que sonarían si alguien llamase a la puerta repetidamente y, además, las ventanas se abrieron de golpe y la lluvia empezó a entrar en la casa.

-¡¡KYAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!.- emitió el grito más desgarrador que todos los presentes, incluída ella misma, habían escuchado en toda su vida/muerte/existencia extraña sobrenatural.

Entrada de audio: Comprobado y grabando.

Recopilación de los datos obtenidos hasta ahora: extensa y favorable en pos de la causa. Fecha actual: 32 días, 22 horas y 09 minutos desde partida. Durante muchos días permaneció bajo el amparo y protección de la ciudad de Luster Town. Gracias a la exploración de la vasta extensión de colinas y grutas que se extendían en la periferia, pudo compilar bastante información de interés. Un recorrido campo a través donde pudo conocer una nueva remesa de compañeros y la oportunidad de grabar más secuencias en un ambiente apenas explorado.

La noche le había alcanzado en su viaje hacia la siguiente ciudad: Darkdust City. La ruta por la que viajaba, de aspecto siniestro y putrefacto, dibujaba juegos de luces y sombras por su alrededor gracias a la pálida luz de la luna. Los puntos luminosos que conformaban el manto de estrellas pronto se vieron ocultas tras unas nubes grises y anaranjadas que vaticinaban la inminente tormenta. Según sus cálculos, tendría a lo sumo unos veinte minutos para buscar un sitio en el que resguardarse, ya que para llegar a la ciudad aún restaban varias horas de viaje.

Extrajo rápidamente su pequeño ordenador del bolsillo y comenzó a teclear en pos de encontrar algún sitio en el mapa de la zona donde pasar el vendaval venidero, dando con una vieja residencia abandonada al margen del camino. Sin ocupantes salvo algún Pokemon salvaje, Ame vio un refugio propicio para resguardarse. Se aventuró a través de los matorrales, siguiendo una senda natural casi cubierta por la vegetación autóctona. Conforme se adentraba en el lugar, una niebla emergía de entre los pies de los árboles, cada vez más densa y con un aspecto tétrico y sepulcral. Pareciera el comienzo de alguna de esas películas de terror que tanto comentaban sus compañeros en su época de estudiante. La creencia de semejantes historia era una pérdida de tiempo, pues no tenían razón de ser y ninguna base lógica.

Frío, humedad y el eco de las primeras gotas de lluvia sobre la maleza era su única compañía en aquél páramo abandonado, haciéndose cada vez mas presentes conforme avanzaba por sus entrañas. Una mansión emergía en la soledad de aquél bosque, desafiante al paso del tiempo y las condiciones del lugar, como un atolón de madera, teja y musgo que rasgaba la hegemonía natural del lugar. El investigador avanzó sin dudar, calado por la lluvia que aumentaba y temiendo por la seguridad de los huevos que aún no habían eclosionado. Un chirrido a su espalda le avisó de la chirriante puerta que cerraba el vallado, negándole la salida del lugar, aunque en aquél instante no le importase demasiado.

Alcanzó el porche, a cubierto de la lluvia pero no a tiempo de haber evitado estar calado de arriba a abajo. Algo que le extrañó de sobremanera, fue el hecho de que al intentar abrir las puertas de doble hoja del caserón, éstas se abrieran sin ningún tipo de ayuda y dando paso a que Ame entrase. Sospechó, pero a pesar de todo entró a resguardarse y al cabo de un par de pasos, la puerta se cerró bruscamente tras de sí. Todo le resultó extraño, pero esa no era su prioridad, sino abrir su mochila y comprobar que los huevos estuvieran bien. Respiró profundamente aliviado, volviendo a dejarlos con cuidado e inspeccionar aquél lugar. Un oteo rápido le permitió ver una gran lámpara de araña que colgaba del techo que bailaba sin aire que la meciese y el parqué del suelo rechinaba con fuerza a cada paso que daba.

El ambiente rezumaba oscuridad a pesar de las excelentes condiciones con las que se topó. Algo no le terminaba de cuadrar, mas no aguardó en la entrada optando como algo más sensato refugiarse en el interior de la casa, esperando encontrar una habitación mejor aclimatada para pasar el tiempo hasta que descampase fuera. Entró en una amplia galería pobremente iluminada que conducía como único camino a lo que parecía las puertas de un salón. De repente, se escuchó un fuerte estruendo dentro de la habitación, varios objetos caer al suelo y el eco de golpes contra las paredes. Un trueno golpea la tierra y el grito de una mujer restalla con el chasquido del rayo. El investigador tragó saliva, manteniendo la calma y llevando la mano a sus pokeball por si lo que había al otro lado no era algo o alguien "amigo".

Giró el pomo con un sonoro y lento crujido, observando como una de varias pelotas en el suelo rodaba hasta su pie, al igual que había varias sillas esparcidas por todo el salón que se estaba empapando por culpa de la lluvia que entraba por los ventanales. Como un reflejo fue a cerrarlas pero la presencia de alguien acurrucado en el suelo y temblando lo impidió. Se giró hacia ella, reconociendo de quién se trataba, estrechando las distancias cuando otro trueno golpeó cerca de la mansión, inundando la sala con un brillo eléctrico que se reflejaba en las gafas del joven hasta que las palabras manaron de sus labios.

- Tú... - se manifestó ante ella, extrañado del hecho de encontrarse con ella en un lugar tan recóndito del mundo como lo era aquél caserón no tan abandonado como parecía.

La puerta se abrió repentinamente y Allegra pensó que su traumática experiencia iba a ascender a otro nivel, pues los Chandelure que la habían acechado podrían haber ido a asesinarla o alguna cosa peor como transmigrar su alma al cuerpo de un Bidoof. Sin embargo, como si el espíritu malvado de la casa se hubiese relajado de golpe, las pelotas y chupetes dejaron de flotar y se estamparon contra el suelo, así como cesó la música inquietante que creaba parte de aquella atmósfera, cancioncilla que parecía venir de un viejo gramófono. Con los ojos abiertos de par en par y los dientes castañeando, Alle se atrevió a retirarse un poco el pelo de la cara y alzar la vista pero, con la mala suerte de que confundió a su único posible aliado en esa casa de locos con parte de aquella macabra serie de infortunios. Al caer otro relámpago en los alrededores, la luz penetró en la estancia por la ventana abierta y terminó por impactar en otro cristal: el de las gafas del muchacho, provocando un efecto luminescente sobre él -¡¡Dios mío, Dios mío, hay humanos MUEEEERTOS!!.- se puso en pie de un salto instantáneo y echó a correr en zigzag, para que no la atrapasen, hasta que pegó un salto con voltereta en el aire para volcar la mesa con las manos y usarla de barricada improvisada, cayendo ella detrás y protegida. Por algo era toda una atleta.

Unos segundos después, se atrevió a mirar por encima de la esquina de la mesa, ahora tumbada en horizontal como un escudo. Escondió la cabeza debajo una vez más y luego volvió a salir -¡Pero si eres tú, Ame! ¿Y tú por aquí?- se levantó de golpe y pateó la mesa para apartarla de su camino. Caminó hacia él, algo más tranquila y le reprendió -Tú también, ya podías actuar de vez en cuando como una persona normal y saludar diciendo "hola", o algo así. Pensé que eras un muerto.- le explicó, con las manos en la cintura e indignada. Pero justo entonces la mesa que ella había desplazado de una patada se levantó sola y se colocó en la misma posición en que se encontraba hasta antes de que la joven cargase contra ella sin razón alguna. Al oír el clack final del mueble siendo asentado en el suelo, se puso pálida y se puso detrás de él, intentando que le tapase con su espalda, y señaló desde allá -Muertos como los que han hecho eso...- dijo, con un hilo de voz, asustada y esforzándose para vencer al nudo en la garganta que se le formaba al tratar de asimilar todo lo que había ocurrido. Repentinamente, se volvió a activar el gramófono solito pero no había señal de otro tipo de interacción espiritual, como si quisieran ponerlos tensos gradualmente. Era como si a Ame lo respetasen y a la pobrecita Allegra la tomasen por el pito del sereno.

-A-a-ame, vamos a explorar, ¿vale? Yo n-no tengo nin-ngún miedo, assí que iré... Primero. Sí. Estos malotes n-no saben con quien están tratttando.- se hizo la valiente, mientras sus piernecillas temblaban como si estuviesen hechas de flan o gelatina, carentes de hueso alguno. Era irónico su comentario, en caso de que se contrastase con el lamentable estado en que Ame la había encontrado. Daba pasos tan inestables que parecía que podría caerse en cualquier momento pero abrió una de las dos puertas restantes del comedor, esperando que él la siguiese cuando le pareciese conveniente. A lo lejos vislumbró la silueta de un pokémon verdoso que le recordaba a alguno de los de su equipo. ¿Es que acaso habían huido entre aquel revuelo? Alle no podía descartarlo a simple vista, así que se adentró en la siguiente habitación para ver si lo hallaba.

¿Era Addagio? Qué extraña visión, como si la misma niebla de antes quisiese envolverla de nuevo. Sin embargo, ella, hipnotizada por la silueta que escudriñaba con la mirada por si era capaz de discernir su verdadera identidad. Dio un paso hacia adelante, encandilada, mientras dicha silueta le hacía gestos para que fuese hacia ella. La muy tonta, estaba a punto de ser arrastrada por la ilusión...

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