Gimnasio Hada | Reto.

EQUIPO: Delphox, Crobat, Drapion, Mr. Mime, Joltik y Numel.

Haber quedado a medias de mi reto contra el líder del gimnasio dragón (cuyo rostro ni siquiera llegué a ver) hacía ya casi un año me dejaba bastante cabreado, sentía que al menos una de las medallas de Khannos debía estar en mis manos y, si no era la de los tremendos dragones, sería la de su mayor sufrimiento, las hadas. ─ Éste lugar es maravilloso. ─ con hilo de voz pronuncié aquellas palabras inaudibles mientras observaba la facha del gimnasio hada, imponente y hermoso como ningún otro lugar de Khannos, algo que solo podría encontrar en Calm. ─ Digno de un cuento de hadas. ─ agregué acercándome a las puertas del lugar, altas como ninguna otra y de un detallado muy interesante. Tras apreciar los portones, toqué un par de veces teniendo que esperar tan solo algunos segundos la llegada de un Gardevoir cuyos inexpresivos orbes de un rojo profundo se internaban sobre los propios, como si pudiese leer mis pensamientos a través de la mirada. Poco después, el pokémon me dio paso libre hacia el interior del gimnasio que para mi sorpresa resultó ser una biblioteca enorme, el sueño de cualquier amante de la lectura. ─ Exquisito. ─ pensé justo antes de poder escuchar una profunda y dulce voz en mi cabeza. ─ Si buscas la medalla, no pierdas de vista a Sylveon. ─ susurró y antes de que pudiese notar de donde provenía ésta, sentí como si alguien o algo tomase mi mano izquierda arrastrando la misma hacia delante antes de soltarla con suavidad. Un escalofrío recorrió mi cuerpo luego de observar al pokémon hada quien iba alejándose de mi poco a poco. ─ No pierdas a Sylveon. ─ dije para mis adentros recordando la voz y entonces me dedicaba a perseguir al pokémon.

Mientras seguía al Sylveon, podía observar a un montón de personas inmersas en libros de todo tipo y tamaño, desde Alicia en el País de las Maravillas hasta La Metamorfosis e incluso Bioshock: Rapture. ─ Debería pasar más seguido por acá. ─ pensé cuando una pequeña criatura pasaba frente a mí a toda velocidad, similar a un Poochyena y se perdía entre algunas mesas. ─ Extraño. ─ aquello se repitió, de una u otra forma, al menos otras tres veces, en todas las ocasiones parecía ser que, para ellos, no me encontraba allí o solo era ignorado por lo cual no le di mayor importancia y terminé concentrado en una pequeña puerta que aquel Sylveon había cruzado sin dificultad hacía solo un par de segundos. Al igual que el pokémon, crucé la puerta y ya al otro lado noté una pradera aparentemente infinita, repleta de flores con todos los colores y un cielo mágico. El viento del lugar golpeó mi cabello de inmediato, desarreglando el mismo así como mi ropa que bien había intentado llevar en perfecto estado desde mi llegada al gimnasio. Me habría gustado percibir el olor de las flores pero mis máscara, con aquellas asquerosas pastillas, no me lo permitían. ─ ¿Qué ha sido eso? ─ pregunté al escuchar un ronroneo o quizás un gruñido a no más de tres metros. Se trataba de Sylveon que bien escondido en el césped, me observaba sonriente y parecía querer jugar conmigo. No era mi estilo, pero en vista de que todo esto me resultaba un plan del líder para que pudiese retarle, seguí al pokémon quien sin rumbo fijo (o al menos eso creía yo) me guió en todas direcciones hasta toparme con una enorme columna de cristal. En ella, pude notar la presencia de un sobre que de alguna extraña forma se mantenía pegado. Pensando que quizás esa sería mi primera prueba, acerqué mi mano hacia el sobre y enseguida se desvaneció dejando a su paso una dulce voz femenina que al parecer se dirigía a mi. ─ Saludos entrenador. Nada es lo que parece ser en este lugar; reúne los dos cristales y tráelos para acá. Lo que suceda marcará la siguiente prueba. A veces para ganar, hay que perder. Tenlo presente y muévete con suma libertad. Los buenos acaban siendo los malos y viceversa. ─ Escuché atento hasta la última palabra y fue allí cuando me permití sonreír pensando que quizás tenía la respuesta para aquello. A mis costados, una hilera de espejos surgió de la nada sorprendiéndome en el acto pero sin que me asustase, tras ellos, el Sylveon que hasta el momento solo se encontraba junto a mi observándome, se adentró en uno de ellos a la primera de cambio como si se tratase de un túnel. ─ No pierdas a Sylveon. ─ susurré al igual que la primera vez y me lancé sin pensarlo dos veces hacia el interior del espejo.


No sé cuanto tiempo pasó con exactitud pero ahora me encontraba en un lugar lujoso pero con un aire desagradable más de lo que podía soportar aún llevando la máscara antigas puesta. ─ Y tú... en el Trece... ¡muerta por la mañana! ─ escuché aquel grito, enseguida me coloqué detrás del muro más cercano, me mordí los labios y recordé esas palabras con tal precisión que empecé a temblar sin terminar de creer que en verdad me encontraba en ese sitio. ─ Los... ─ un dolor de cabeza me invade en el acto y caigo de rodillas sin poder respirar. ─ ...Juegos. ─ agregué desviando la mirada hacia una multitud, luego, una especie de podio donde aquel chico era golpeado hasta que la sangre manchaba el suelo y dejaba caer aquella piedra. Mi cuerpo caía directo contra el suelo pero al menos podía distinguir la figura. ─ Peeta. ─ dije antes de desmayarme. 11

Una vez más, despertaba sin terminar de entender donde demonios me encontraba, pero los ruidos de todas esas voces me desesperaban, me coloqué de pie tan rápido como mis músculos me permitían y podía ver a tanta gente que mis ojos no podía concentrarse en una sola persona. Pero no era la cantidad sino las personas en sí lo que me desesperaba, vestimentas ridículas, rostros tan raros que me causaban asco y por sobre todo, charlas muy extrañas. Todo aquello podía distinguirlos, se trataba de la trilogía "Los Juegos del Hambre", no hacía mucho que la había leído por completo y en mi memoria se encontraba fresca la narración de cada libro. ─ Éste debería ser el Capitolio. ─ pensé mientras las miradas de los extraños de me venían encima a lo cual respondí caminando sin más en busca de Sylveon. ─ Allí estás. ─ exclamé al observar al pokémon que no me retiraba la mirada de encima mientras caminaba entre la multitud. En un abrir y cerrar de ojos ya me encontraba a su lado y le seguía sin pensarlo dos veces, entretanto, intentaba ubicar a los protagonistas de aquella historia lo cual no me tomó mucho tiempo que digamos. Recordando las páginas del libro final de aquella saga, pude trazar un "mapa" mental del escenario y así daba con la ruta que seguían los individuos en su meta de acabar con el Capitolio. ─ Bingo. ─ había dado con nuestra protagonista, Katniss, quien entre un ropaje rarísimo se escabullía en lo que parecía ser una fila para ingresar a esa imponente estructura. Actuando a toda velocidad, me dirigí al primer callejón que observé y tomé por sorpresa a un ciudadano del Capitolio a quien dejé noqueado en el acto con un golpe directo a la garganta, tomé su ropa con apuro y nerviosismo hasta que por fin me encontraba listo exceptuando el color de mi cabello, plateado, que de seguro podría encajar un tanto en el relato. Me había tomado el tiempo necesario unirme al grupo rebelde y pasar junto a ellos desapercibido. 23

Es esta parte de la historia en la cual tiemblo como un pequeño niño, el caos inicia y empiezo a correr como loco, esquivando disparados, explosiones y demás. Puedo divisar a los protagonistas separarse pero solo me enfoco en Sylveon que sigue a Katniss. Mi carrera no es muy veloz gracias a la maldita ropa que llevo encima pero en ningún momento pierdo a mis dos objetivos e incluso me salvo de cualquier daño. Solo pasan segundos, pero estos se convierten en minutos, veo a Katniss correr hacia la mansión entre la multitud y sigo a Sylveon con la poca energía que me resta. ─ Ésta... ─ freno mi carrera en el acto y desvío mi curso hacia la entrada trasera donde sé que algo más ocurrirá. El tiempo pasa con rapidez, puedo escuchar un aerodeslizador por sobre mi cabeza y poco después una serie de explosiones. Sé que el tiempo no es mucho pero sigo con todas mis fuerzas hasta dar con el grupo de sanitarios rebeldes. Puedo sentir como si mi pecho estuviese a punto de explotar pero no me detengo en ningún momento, mi mirada se clava sobre la chica rubia quien está a punto de ir a su muerte y salto sobre ella en el momento justo, las llamas rodean nuestro cuerpos y puedo escuchar como susurra el nombre de su hermana antes de quedar inconsciente o quizás... Muerto. 15

Mi suerte parece ser mejor de lo que esperaba, ahora me encuentro en eso que solía ser el Distrito 12, junto a Sylveon y la joven Prim quien no ha muerto al final de todo y me hace sentir muy aliviado. ─ Supongo que el reto del gimnasio será para otro día. ─ exclamé sonriente mientras la chica retiraba la máscara antigas de mi rostro y observaba con sus ojos envueltos en lágrimas mi rostro demacrado y lleno de cortes. ─ Aún tienes tiempo. Peeta cometerá una locura ─ exclama Prim mientras acaricia mi rostro. Es allí cuando recuerdo mi llegada a éste mundo, Peeta cae al suelo y suelta una piedra la cual sin duda alguna es el cristal de la cual aquella voz hablaba. Eso lo explicaba todo, absolutamente todo. La locura de Peeta no se debía a ese famoso secuestro sino debido a la condición de la piedra. "Los buenos acaban siendo los malos y viceversa.", el efecto era aquel, los giros ocurridos en la narración no era más que el derivado de aquel efecto, de esa simple frase. Enseguida doy un beso en los labios de Prim, mi personaje favorito de la saga y salgo corriendo detrás de Sylveon quien sale disparada hacia una casa muy lejana. Puedo observar a mucha gente llevar una vida "tranquila" luego de que el reinado del Capitolio a terminado pero mi trabajo no ha culminado. Con sigilo, observó el interior de aquella casa por una de las ventanas y noto a un Peeta mucho mayor hablando con una pequeña niña, en su cuello, un collar que al final lleva colgado el susodicho cristal brilla de una forma extraña y me indica que es mi objetivo, pero no es el momento de tomarlo. Al segundo, Katniss llega a la habitación y besa a Peeta en los labios, sus miradas me indican un gran amor, pero cuando se separan, el rostro de Peeta demuestra un gran odio e incluso un aire de sadismo. ─ Sigue queriendo acabar con ella. ─ pienso mientras deseo con toda mi alma entrar y tomar la piedra en el acto, pero algo me detiene. ─ Llevan años juntos ¿por qué no lo hizo antes? ─ una serie de preguntas llegan a mi cabeza y siguen sin respuesta. 24

Pasan las horas y me mantengo allí sentado observando por la ventana a una aparentemente feliz pareja. Solo puedo pensar que en cualquier momento Peeta le asesinará y todo será mi culpa, el miedo empieza a recorrer mis venas y no tengo otra opción que actuar. Por suerte para mi, el hombre abandona la casa unos minutos después sin una dirección fija, es allí cuando Sylveon le sigue como si nada y me escabullo con calma detrás de ésta en búsqueda del cristal. Peeta va de un sitio a otro sin rumbo fijo, durante más de una ocasión pasa a mi lado pero parece no recordarme incluso con mi rostro tan destrozado. En una sexta ocasión, tropiezo con el de forma intencional y coloco mi mano sobre su cuello con delicadeza antes de retirarme como asustado. ─ ¿Se encuentra bien? ─ pregunta como si en verdad le preocupase mi estado a lo que respondo sonriente. ─ Mejor que nunca. ─ y me retiro cuan rápido me es posible del lugar con el collar en mis manos al cual no dudo guardar en el bolsillo de mi chaqueta en el acto. 13

Antes de preguntar a Sylveon como puedo abandonar aquel mundo pues ya poseo el cristal que se me había encomendado buscar, regreso a la casa de los dos protagonistas y subo al segundo piso del a misma tan silenciosamente como me es posible y me detengo en la ventana de su habitación, observo con cuidado a través de la misma y escucho atentamente sus palabras. ─ Me amas. ¿Real o no? ─ susurra Peeta. ─ Real. ─ responde ella y allí suspiro aliviado, todo sigue en orden. Tras esto puedo bajar de la estructura y veo a Sylveon frente a mí, sonriente como nunca antes. ─ Esta ha sido una de las mejores aventuras de mi vida, le agradecerá al líder en cuanto le vea. ─ luego de mis palabras, observo como otro espejo de cristal surge mi costado al igual que en la infinita pradera que me había traído a todo esto y Sylveon ingresa en el con calma. Suspiro y tras dar un vistazo sobre mi hombro, entro en él sonriente. Como si nada hubiese sucedido, regreso a la pradera junto al pokémon hada quien da vueltas a mi alrededor sonriente. 13

El cristal en mi mano parece quemarme, enseguida suelto el mismo y veo como se desvanece para que luego aquella voz volviese a sonar como con la carta que se encontraba en el pilar. ─ ¡Felicidades! Has logrado abrirte paso entre los diversos obstáculos para llegar hasta aquí sano y salvo ¿Crees saber qué hacer a continuación? Pon a prueba tu destreza y observa tu alrededor ¿No te parece que hay algo extraño? ─ indica la voz y me obliga a mirar en todas direcciones. Efectivamente, algo que no se encontraba allí antes llamaba mi atención, se trataba de un Mawile que cruzada de brazos sobre el césped parecía cabreada con el mundo lo que me obligó a ir hacia ella e intentar hablarle y así saber que sucedía con ella. ─ ¿Sucede algo, pequeña? ─ pregunté mientras me arrodillaba para verle de frente, consiguiendo tan solo un gruñido de rabia con el cual me invitaba a irme de allí pitando. ─ Venga... ─ comencé mientras acercaba mi mano a su mejilla que enseguida evitaba con una palmada de rabia. Luego de esto recordé las rabietas que solían tomar algunos de mis pokémon y decidido a conseguir una sonrisa de ella, empecé a hacerle cosquillas para que dibujase una sonrisa en su rostro.

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En respuesta a mis cosquillas, Mawile me dio un tremendo en la palma de mi mano que me hizo estremecer durante un buen rato hasta que por fin el dolor se detuvo. ─ No hay porqué estar así. ─ dije mientras me sentaba frente a la enfurecida Mawile que me observaba de reojo deseosa de poder partirme el rostro por lo insistente que era con ella. Mis intensiones eran buenas, nunca he podido soportar ver el sufrimiento o la rabia de un pokémon y con ella no era la excepción del caso. ─ Cuando estoy molesto e incluso triste, recuerdo las cosas lindas de mi vida y todo pasa. ¿Por qué no haces lo mismo? ─ insistí en un tono muy amigable mientras acercaba mis manos a las suyas para sostenerlas con cariño. ─ Sé que hay algo lindo en lo cual puedas pensar, vamos, no debes estar tan molesta. ─ seguí mientras sonreía para Mawile aunque ésta no pudiese verme debido a la máscara.

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Mis palabras habían surtido sobre Mawile quien ahora soltaba una pequeña risa pero no estaba del todo contenta, claro que ese era un muy buen inicio. ─ Así que has logrado recordar algo lindo. ─ dije sonriente intentando contener mis ganas de hacerle cosquillas al recordar su reacción, muy diferente a la de mis pokémon. ─ Reír, por muy ridículo que parezca, es la mejor sensación del mundo. Incluso un amargado como yo necesita reír de vez en cuando, eso me recuerda que la vida es para ser feliz. ─ seguí mientras jugaba con el césped del lugar con Mawile hipnotizada por mis palabras pareciendo haber olvidado por completo que estaba hirviendo de la rabia hacía tan solo unos segundos atrás. ─ Ahora que estás mejor... ¿Podrías contarme que sucedía contigo? ─ pregunté a la pequeña hada.

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Mawile sacudía su cuerpo como una pequeña niña incapaz de contar un secreto por miedo o quizás pena, pero al menos podía ver una gran sonrisa dibujada en su rostro lo cual me decía que iba muy bien con ella. ─ Me encanta ver a reír a los pokémon como tú. ─ dije recordando a mi Magmortar cuando tan solo era un pequeño Magby, alegre e incapaz de burlarse de mí a diferencia del día a día donde solo es capaz de hacerme sentir como un idiota, aunque aún siga amándome tanto como yo a él. ─ Pero vamos, algo debió suceder para que estés molesta, debería contarme que anda mal y yo podría ayudarte. ─ dije intentando que el hada me permitiese ayudarle lo cual hasta ahora estaba consiguiendo a la perfección. ─ Será nuestro pequeño secreto. ─ susurré cerca de su mejilla consiguiendo que ella se sonrojase hasta colocarse como un tomate.

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A pesar de que iba muy bien con Mawile, por alguna razón mis últimas palabras terminando consiguiendo que ella se colocase aún más nerviosa y se alejase de un solo salto tanto como le era posible y se colocase a la defensiva. ─ ¿Qué sucede? ─ le pregunté y ésta me gruñó en el acto alertándome de que ya no iba tan tranquilamente como antes. ─ Soy alguien de confianza, no hay necesidad de actuar de esa forma, solo estoy tratando de ayudarte, por favor. ─ di un paso hacia delante y una vez más me gruñó mientras daba a relucir sus afilados dientes. ─ Prometo que no te haré daño. ─ dije mientras caminaba hacia ella para colocarme frente a ésta y observarle directamente a los ojos al tiempo que extendía mi mano en su dirección. ─ Un poco de confianza no te haría daño. ─ culminé esperando que el hada no deseara arrancarme la mano de un mordisco y aceptase mi ayuda.

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Con mis palabras, Mawile empezó a llorar, pero era un llanto de felicidad absoluta. Mis palabras habían funcionado y ahora sus lágrimas se derramaban sobre las palmas de mis manos luego de que corriese para abrazarme y, para darme una gran sorpresa, sus lagrimas tomaban la forma de un cristal (idéntico a ese que había recuperado a manos de Peeta) y luego pude observar como Sylveon gruñía a los tres pilares que ahora se encontraban a mi cercanías hasta el punto en el cual un estruendo se hizo notar al otro costado dando lugar a una especie de puente cuyo suelo era totalmente invisible.

Por aquel puente Sylveon iba a toda velocidad y como siempre, esa frase:  "No piedra a Sylveon" venía a mi cabeza por lo cual yo hacía lo mismo al ir por el puente sin saber que me esperaba al final del mismo. El final del puente dio lugar a un escenario sencillamente mágico, incluso mayor a todos los anteriores. Tras una luz que me cegó en el acto, pude observar un enorme... ¿lago, mar? se extendía hasta donde mis vista no tenía alcanza y dos árboles eran lo único que me hacía saber que aquello no era solo agua. Cerca de ellos, una chica de cabellera azul esperaba junto a un montón de pokémon tipo hada de los cuales solo podía distinguir a un par de ellos. Allí, con una inmensa sensación de alivio. Tomé una de mis pokéballs y caminé por sobre el agua que por suerte sostenía mi paso y tras colocarme a una distancia prudente, observé las nubes sin prestar mayor atención a mis próximos rivales y decidí que éste era uno de los momentos más importantes de mi vida. ─ Gracias por la mejor aventura de todas. ─ exclamé arrojando la pokéball al medio de la zona.

El aire se respiraba tranquilo y las ondas que ejecutaba el agua bajo los pies de Sylveon al caminar producían una sinfonía de cascabel curioso y angelical en el silencio de la sala.  Rebotó en los árboles y se perdía en el cielo infinito. Mientras, Levy continuaba atenta a su lectura con la mirada algo baja y su mano extendida hacia esta. Esperaba la aparición de su siguiente contrincante con el que se batiría en duelo por la custodia de la Medalla Fantasía y ¿Qué mejor para hacer pasar el tiempo mas rápido si no con un buen libro sobre la rama de un árbol? Su fiel compañera Gardevoir la miraba con indiferencia junto con los brazos cruzados. Sus poderes psíquicos la advirtieron de que el espacio de la habitación había cambiado y que era el momento de actuar. Como si los estuvieran observando desde el comienzo, el Pokémon volteó al frente mientras que el eeveelution se separaba del chico a reunirse con su entrenadora con una gran sonrisa y alegría.

La astucia lleva a caminos y la desesperación a la duda pero con templanza, uno acaba encontrando la solución mas acertada - dicho esto, se dejó caer en un aterrizaje perfecto y Sylveon se acercó a tomar el libro con la boca, y recibir una caricia de su entrenadora - Y aunque no nos demos cuenta a veces, cada cual forja su propio destino así que lo de hoy es parte del mismo también - contuvo la respiración y prosiguió - Soy Levy McGarden, líder del gimnasio hada y dueña de esta fantástica biblioteca. Hace poco que me dieron el permiso pero mis Pokémon están mas que listos para pelear y poner a prueba tu destreza. A ver si estas a la altura de superar los retos de Khannos. Listo o no ¡Allá va! - arrojó una Pokéball y de ésta salió un Whimsicott con una sonrisa que no le cabía en la cara - Haces el primer movimiento.

La pokéball que había arrojado al agua no se perdía bajo ésta, todo lo contrario, se mantenía allí como si se tratase de concreto sólido. Un segundo después, Joltik salió de ella y se mantuvo inquieto sobre el agua creyendo que en cualquier momento podría ahogarse. ─ Mantén la calma pequeñín, nada podrá pasarte. ─ dije justo antes de que aquella chica se presentase indicando su nombre y seleccionando a su primer pokémon de inmediato. ─ Muy bien Aleksandar, conoces a su pokémon, ya sabes que hacer. ─ pensé cuando McGarden me otorgó el primer turno. ─ Joltik, ataca a Whimsicott con un doble rayo. ─ ésta era la primera batalla de Joltik y se trataba de algo realmente importante para mí, solo cabía esperar aquel pequeño tuviese lo necesario como para soportar la presión.

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'Batalla' :

El combate estaba apunto de comenzar. Tan solo había que esperar qué Pokémon estaba por salir de la Pokéball contraria. Un simpático y pequeño Joltik que parecía sorprendido ante el extraño terreno que le tocaba moverse, realizó el primer ataque del encuentro. De sus pequeños colmillos, un rayo multicolor iba dirigido a Whimsicott el cual, esperó como si tal cosa. La colisión fue tal impactar en su piel de frente, generó una pequeña manta de humo. No se veía nada parecía igual de pasiva con sus brazos cruzados - Enseñémosles de que madera estamos hechos - Poco a poco, la cortina fue disipándose hasta mostrar al mamífero como a inicios - ¡Adelante con Fuerza Lunar! - Durante unos segundos, el cielo cambió de día a ser de noche y un manto de estrellas con la Luna llena acechándolos reinaba en ese entonces. Whimsicott desprendía un aura rosada acumulando energía en su pequeño cuerpo y lanzándola toda de golpe con forma de esfera.

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Joltik, un pequeño pokémon bicho e inexperto en combates, era mi primera elección para enfrentar a nada más y nada menos que un líder de gimnasio. ¿Por qué? ni yo mismo tenía respuesta para aquello. Aún así, su primer ataque había sido empleado excelentemente y conseguía lastimar a su rival, un Whimsicott que si bien se llevaba consigo un gran golpe, se mantenía aún de pie como si nada hubiese sucedido. ─ Así que fuerza lunar. ─ pensé observando el extraño cambio sufrido por la zona en que nos encontrábamos. ─ Debes aguantar, Joltik. ─ exclamé tan pronto aquella esfera impactaba contra su pequeño cuerpo y le enviaba a escasos metros de mi posición. Luego de ello, una gran preocupación invadió mi cuerpo, el pequeño pokémon no reaccionaba tras el golpe y empezaba a creer que aquel ataque le dejaba fuera de combate. Por suerte, el pokémon bicho logró colocarse de pie una vez más, molesto y muy herido, pero con la energía suficiente para seguir atacando. ─ Muy bien pequeño, ataca con un chispazo, pongamos todo en éste golpe o nos irá muy mal. ─ indiqué para que entonces su cuerpo se viera rodeado de una poderosa carga eléctrica, tan brillante como el sol y lista para ser enviada hacia el hada rival.

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Con éxito, la bola de energía fue a parar de lleno al pequeño cuerpo de la garrapata que por su gesticulación de cara, no le agradó para nada y hacía el esfuerzo de volver al campo teniendo su propia lucha interna de mantener el equilibrio sobre sus cuatro patas sin desfallecer. Para ser tan adorable, escondía una energía que muchos Pokémon andarían celosos y Levy tuvo que decirlo - Menuda ímpetu, es admirable - mostraba una sonrisa en los labios aunque ésta no duró demasiado al observar el pelaje del insecto iluminándose de un azul intenso y una potente descarga reaccionar con el tipo planta de la misma forma haciéndolo brillar de la misma forma - ¡Whimsicott! - el Pokémon se quejaba entre gruñidos y los primeros rasguños ya se visualizaban en sus mejillas y piernas mientras sin poder aguantar el dolor, cayó por unos instantes al suelo de rodillas dejando solo ver su frondosa mata de algodón - La parálisis... - rápidamente se percató al ver saltar chispas electrificadas en las articulaciones de su compañero que lo limitaban a levantarse como era habitual sin antes, sentir un ligero pinchazo en la rodilla - Bien... Toca jugar defensivo. Ve con Drenadoras - gracias a su habilidad Bromista, Whimsicott pudo ignorar la prioridad establecida en los ataques y anteponer la suya al del rival aun sufriendo parálisis. De su confortable melena, salió una semilla disparada a tomar como anfitrión a Joltik. Cualquier ayuda es grande.

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El combate contra la líder del gimnasio hada continuaba un tanto disparejo, estando la ventaja de su parte. ─ Whimsicott es muy resistente. ─ pensé observando la capacidad de aguante que tenía para recibir un ataque de forma directa y enseguida lanzar una contraofensiva. Una vez más, el ataque de Joltik era efectivo aunque no critico, su movimiento causaba espasmos sobre el pokémon hada pero de forma inmediata, éste volvía en sí para arrojar un par de semillas al cuerpo del bicho. ─ ¿Drenadoras? ─ no conocía aquel ataque, pero su nombre podía darme un pista de su utilidad. Tan pronto Levy ordenaba el siguiente movimiento, éste ya surtía efecto sobre Joltik quien rápidamente se veía rodeado por lo que parecían ser ramas, todas provenientes de las semillas. Además, era evidente el sufrimiento del pokémon bajo aquel ataque. ─ La última chance, Joltik, utiliza zumbido contra ese Whimsicott. ─ si aquel ataque no surtía efecto, me vería en grandes problemas de ahora en adelante.

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Nada mas instalarse las semillas en su nuevo portador, estas comenzaron a germinar de forma instantánea mostrándose los brotes con gran espesura que proliferaban en forma de delgadas y elástica ramas que se sostenían con fuerza al arácnido. Rápidamente fue tornado de un aura rojiza que le hacía daño residual por segundo y la poca movilidad parecía dificultarle el paso - Bien - pero antes de que pudiera seguir con sus palabras, Joltik se le veía entusiasmado de golpe. Las palabras de su entrenador le dieron fuerzas para seguir y observaba con mirada decidida a su confortable enemigo - ¿C-Cómo? Mantén las distancias Dust - dijo azotando un brazo al aire pero la electricidad anuló las órdenes de los músculo - Maldición... Tuvo que ser justo ahora - del insecto se generaron unas ondas sónicas que ha oídos del hada, le estaba carcomiendo los oídos de sordera. Terminó cayendo rendido al suelo con las rodillas sin poderlas despegar del terreno y sus manos tapándose la zona de las orejas - Aguanta un poco mas ¡Dale duro con un Hoja Mágica!

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